Los niños necesitan seguir una rutina y crear unos hábitos para sentirse
confiados y tranquilos en su ambiente; es lo que les da seguridad.
Nosotros somos los que debemos enseñarles a organizar su vida mediante
horarios establecidos asociados a rutinas, es decir, a través de actividades
que se hacen todos los días de la misma forma y al mismo tiempo, con lo que el
niño va asimilando un esquema/ horario interno que convierte su mundo en un
lugar predecible y, por lo tanto, seguro. El poder anticiparse a las situaciones,
hace que se sienta cómodo y relajado, ya que sabe en cada momento todo lo que
va a ocurrir.
Esto no quiere decir que cada día se practiquen las mismas actividades, ya
que estas cambian; un día vamos a la piscina, otro día al cine, otro nos quedamos
en casa tranquilos...pero hay un esquema base principal, donde están contemplados
esos momentos de “actividades”, y el resto de acciones que marcan nuestra
rutina cotidiana. Ejemplo de esquema de un día normal:
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Desayuno.
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Vestirse y
asearse.
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Ir al colegio.
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Pasar por el
parque.
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Actividades
familiares.
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Ducha.
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Cena.
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Aseo
personal.
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Cuento.
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Ir a la cama.
¿Qué pasa en vacaciones? Que ese esquema se rompe, con lo que desaparecen
los hábitos y, por lo tanto, esa anticipación a lo que va a ocurrir, lo que les
crea inseguridad, nerviosismo y, en los peores casos, ansiedad.
Causas posibles de la pérdida de rutina en los niños:
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Trastornos de
alimentación: con ganancia o pérdida de peso.
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Ansiedad/
estrés.
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Dependencia
excesiva de los padres.
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Regresiones.
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Cambios de
humor y comportamiento: inestabilidad emocional.
¿Qué podemos hacer para evitarlo? Reajustar las rutinas.
Las rutinas principales (alimentación, aseo personal, sueño…) van a permanecer
siempre, pero lo importante es conservar un horario cerrado que no se
modifique. Podemos ser flexibles a la hora de acostarnos y levantarnos un poco
más tarde, o a la hora de alargar e improvisar ciertas actividades, pero es
aconsejable que las comidas, el aseo, y el acostarse sea siempre más o menos a
la misma hora. También podemos introducir rutinas nuevas, como echar una
pequeña siesta después de comer, o ir a visitar a los abuelos en algún momento
del día, pero cuanto más acotado esté todo, mejor.
Los niños tienen una gran capacidad de adaptación al medio, pero necesitan
de nuestra ayuda para hacerlo. Si los padres se sienten tranquilos y cómodos,
se lo transmitirán a los hijos, al igual que si se sienten nerviosos por los
cambios, también se lo contagiarán. Por ello siempre es importante mantener la calma
y adaptar los nuevos cambios a la dinámica familiar lo antes posible.