El bienestar emocional es fundamental para tener una buena salud mental, y, para ello, es necesario encontrar un equilibrio entre cuerpo y mente, y saber identificar, controlar y gestionar las emociones.
Muchas veces no somos conscientes de nuestras emociones y estado de ánimo, y de los efectos que pueden producirnos; cambios físicos, alteraciones, inestabilidad, respuestas… y consecuencias.
Para poder entender nuestro cuerpo y nuestra mente, y poder canalizar de forma adecuada dichas emociones (cómo me siento, qué me está pasando, por qué me siento así y qué puedo hacer al respecto…) es necesaria una educación emocional que empiece cuanto antes, en la infancia, tanto en la escuela como en el núcleo familiar.
Para ello, los adultos deben ejercer de ejemplo para los niños, fomentando un correcto ambiente de desarrollo, confianza y seguridad. Sin embargo, aunque se den estos factores, el autoconocimiento y el manejo de las emociones no es fácil, ni es un proceso rápido, y muchas veces nos encontramos con situaciones y respuestas complicadas e inadecuadas que pueden dar lugar a comportamientos poco sanos.
Durante este proceso de desarrollo emocional, los niños, según van creciendo, van pasando por diferentes fases, siendo muy común y frecuente que pasen por una etapa de FRUSTRACIÓN donde deben aprender a tolerar dicha emoción con el fin de garantizar un buen equilibrio emocional.
La tolerancia a la frustración es uno de los aspectos más importantes que hay que enseñar para un adecuado manejo de las emociones, ya que nos permite enfrentarnos de forma positiva a las distintas situaciones que podemos encontrarnos en la vida.
¿Y cuándo se produce la frustración? La frustración es una experiencia emocional que nos invade cuando un deseo, ilusión, proyecto o necesidad no llega a satisfacerse, o no sale como nosotros esperábamos. Esto nos puede producir confusión, enfado, incertidumbre, tristeza, ansiedad, rabia… y tomárnoslo como un fracaso.
Si no enseñamos a los niños a aceptar dichos “fracasos” y situaciones, pueden desarrollar una actitud negativa y agresiva, tener comportamientos inadecuados y problemas de ansiedad.
¿Cómo podemos enseñar a nuestros niños a tolerar la frustración?
- Dar ejemplo: Tener una actitud positiva ante las adversidades y buscar soluciones ante los problemas, es el mejor ejemplo que les podemos dar.
- No darles todo hecho: los niños necesitan equivocarse y aprender de sus errores. Es importante permitirles alcanzar sus retos por sí solos, aunque el camino sea más largo y difícil, para así poder experimentar la satisfacción por el trabajo realizado.
- Marcarles objetivos: realistas y razonables para su edad, para que sean conscientes de sus posibilidades y capacidades. Esto fomentará un buen desarrollo de su autonomía y autoestima, lo que le dará más confianza en sí mismo.
- Educarlos en la cultura del esfuerzo: Es importante que el niño sepa que es necesario esforzarse, y que el esfuerzo siempre es la mejor vía para resolver algunos de esos problemas, que no siempre se solucionan de forma rápida y sencilla.
- No ceder ante sus rabietas: Si los padres ceden ante sus peticiones, el niño aprenderá que esa es la forma de resolver sus problemas.
- Convertir la frustración en aprendizaje: las situaciones adversas son una oportunidad para que el niño aprenda y retenga estrategias que le ayudarán a afrontar problemas futuros cuando vuelvan a presentarse.
- Enseñarle a ser perseverante: Esencial para superar situaciones de conflicto e incertidumbre, siendo conscientes de que la mayoría de las veces, solucionar un conflicto es un proceso largo donde se necesita constancia y dedicación.
De esta manera, cuando el niño perciba que siente emociones negativas que le desestabilizan emocionalmente, tenderá a actuar adecuadamente para cambiarlas, y poco a poco irá adquiriendo la capacidad de conocer e identificar las emociones, competencia fundamental sobre la cual se construye el control y manejo de dichas emociones.