El olor a café
y tostadas por la mañana, la brisa del mar, un ramo de flores, un libro que
empezamos a leer…todos estos olores nos producen un profundo bienestar. Los
olores nos transmiten sensaciones, emociones, y, en la mayoría de los casos,
recuerdos.
Hay olores que
nos transportan directamente al pasado, a nuestra infancia, haciéndonos
recordar no sólo a qué o quién pertenecía ese olor, sino todas las sensaciones
que experimentábamos en torno a él; el perfume de nuestra madre, que nos hace
revivir el cariño y el amor que nos daba en cada uno de sus abrazos; el olor de
la casa de los abuelos, que nos recuerda cada uno de los recovecos de sus
habitaciones; el olor inconfundible de la playa y el verano, que nos hace
recordar cada momento de nuestras ansiadas vacaciones… Es imposible entender la
infancia sin vincularla a fragancias que nos han marcado para siempre y que,
cada vez que volvamos a olerlas, nos producirán las mismas sensaciones y
emociones que nos provocaban entonces: cariño, tranquilidad, confianza,
alegría, miedo, dolor…
Esto es debido
a que el sentido del olfato, junto con el del oído, es el principal canal de
recepción de información de nuestro cerebro durante los primeros años de vida. Para
un bebé, el olfato es importantísimo y fundamental, por eso cuando llora por
algún motivo, se calma con el olor de su madre. Poco a poco el resto de los
sentidos van cobrando la misma importancia y se va equilibrando la cantidad de
información que recibimos a través de ellos, pero el olfato nos deja una huella
que ningún otro sentido puede igualar.
El cerebro
retiene mejor un olor que cualquier otra información (palabras, imágenes…).
Diversos estudios revelan que el ser humano recuerda el 35 % de lo que huele
frente al 5% de lo que ve, el 2% de lo que oye y el 1% de lo que toca. Además,
la memoria es capaz de retener hasta 10.000 aromas distintos, sin embargo, solo
reconoce 200 colores. Se memoriza 7 veces más lo que olemos que lo que vemos y
se tarda 10 años en olvidar un olor y solo 3 en olvidar una imagen.
Todos los
sentidos son canales de transmisión de información, pero el olfato, además,
conecta con nuestro inconsciente y activa nuestras emociones. Desde que nacemos
empezamos a crear la “memoria olfativa”;
todos los olores que vamos percibiendo y asociando a personas, cosas o
situaciones. Con esta memoria olfativa creamos diferentes apreciaciones: agradable-
desagradable, bueno-malo, alegre-triste… distintas en cada individuo. Esto es debido a que el cerebro humano
funciona por asociación; los olores se asocian a determinadas situaciones y
emociones y luego se archivan en modo de recuerdo. Todo esto sucede de forma
rápida e inconsciente en una parte del cerebro: el Sistema Límbico.
El sistema
límbico es el encargado de crear las respuestas emocionales, el aprendizaje y
la memoria. Nuestra personalidad, nuestros recuerdos y nuestra forma de actuar,
dependen en gran parte del mismo.
Este sistema
está formado por diferentes estructuras entre las que se encuentra la amígdala cerebral, encargada de las
emociones, y el hipocampo,
responsable de archivar los recuerdos y consolidar aprendizajes. (Ambas
conectadas con el bulbo olfatorio)
Cada una de estas partes, tiene su función:
- Amígdala cerebral: Su principal función es reconocer emociones y proporcionar una respuesta adecuada a cada uno de los estímulos que recibe. Es el principal núcleo de control de las emociones y los sentimientos en el cerebro, controlando las respuestas de satisfacción o miedo. Los instintos y las emociones, nos hacen tomar el 90% de las decisiones que tomamos, de ahí la gran importancia de esta estructura.
- Hipocampo: Denominado el órgano de la memoria, se encarga de generar, archivar y recuperar recuerdos de diferentes partes del cerebro (redes neuronales distribuidas por diferentes zonas del encéfalo), con lo que consolida aprendizajes y vincula a los recuerdos con sensaciones positivas o negativas, dependiendo de si esos recuerdos están asociados a experiencias placenteras o dolorosas.
¿Y qué papel juega el sentido del olfato en todo este
proceso?
Como podemos
ver, el bulbo olfatorio forma parte
de las estructuras que componen el Sistema límbico, estando estrechamente
relacionado con la amígdala y el hipocampo. El bulbo olfatorio acaba en unas
membranas olfatorias que se encuentran en la parte superior de la cavidad
nasal. Cuando respiramos, estas membranas perciben todo tipo de sustancias
aromáticas y envían la información al bulbo olfatorio. Éste, a su vez,
distribuye dicha información al sistema límbico por medio del nervio olfatorio.
La amígdala conecta ese aroma con una emoción y el hipocampo relaciona ese
aroma con un recuerdo en la memoria. De ahí que las emociones y los recuerdos
estén ligados a ciertos aromas.
Muchos
estudios científicos demuestran la poderosa relación entre el olfato y la
memoria, los estados de ánimo, las emociones y los pensamientos.
¿Cómo pueden afectar los aromas sobre nuestras emociones?
Actualmente
nos encontramos con dos corrientes científicas que se encargan de investigar
los efectos de los aromas en nuestro organismo y nuestro estado de ánimo: la Aromaterapia (Pseudociencia terapéutica
que se fundamenta en los efectos producidos por los aromas de aceites
esenciales 100% puros y 100% naturales en el organismo), y la Aromacología (Psicología de los aromas que estudia la relación
entre la psicología y los olores tanto sintéticos como naturales).
Estas dos
vertientes se dedican a investigar sobre los beneficios que nos pueden aportar
los diferentes aromas:
- Producir bienestar físico y emocional.
- Calmar, tranquilizar, relajar.
- Activar, revitalizar, vigorizar.
- Purificar y preparar el ambiente para diferentes actividades.
- Aumentar la atención.
- Prolongar el tiempo de concentración.
- Alertar, avisar, ponernos en situación de peligro.
- Reducir la fatiga mental y aumentar la claridad de pensamiento.
- Armonizar la energía de un grupo.
- Regular la tensión y el estrés.
- Desencadenar emociones y activar recuerdos.
- Archivar aprendizajes clasificándolos según las emociones asociadas a ellos (positivas o negativas).
Viendo todos estos beneficios, no es de extrañar que cada vez más
empresas dediquen tiempo y dinero a investigar sobre estas vertientes que
pueden incidir de forma muy positiva en las pautas de comportamiento de los
clientes; lo que se denomina “Marketing
olfativo”. Con los olores podemos crear, al igual que una imagen de marca,
un olor corporativo que asociemos siempre a esa marca, así como aromatizantes
de ambiente que nos creen bienestar al entrar en las instalaciones. Cada vez
más empresas utilizan el olfato para atraer clientes y asociar un aroma con su producto,
despertando emociones y sentimientos.
Con un buen diseño olfativo se puede conseguir:
- Aumentar hasta un 75% la intención de compra.
- Aumentar hasta un 85% la preferencia del producto.
- Aumentar hasta un 200% la sensación de agrado al adquirir un producto.
- Aumentar hasta un 28% la percepción positiva de atributos no olfativos (asociación)
- Aumentar hasta un 16% el tráfico en tiendas.
- Aumentar hasta un 29% el incremento en ventas.
Por todo ello, el olfato se está haciendo un hueco cada vez más importante
en el mundo de la educación. Sus cuantiosos beneficios están haciendo que cada
vez se use más en las situaciones de aprendizaje, produciendo múltiples
provechos para los alumnos que consiguen afianzar los contenidos y procesos de
una forma más productiva y significativa, asociándolos a diversas emociones.
Los aromas nos ayudan a preparar los espacios y las aulas y purificar
el ambiente; podemos usarlos para calmar y relajar a los alumnos, así como a
activar y revitalizar el estado de ánimo, dependiendo del tipo de actividad que
vayamos a proponer. Nos ayudan a centrar la atención y a aumentar el tiempo de
concentración, favoreciendo la calidad del trabajo a realizar; a regular la
tensión y el estrés, produciendo un bienestar emocional que, de seguro, aumentará
el ritmo y la calidad de los aprendizajes. Favorecen la asociación de
contenidos, creando redes neuronales más sólidas que forman la base de todo el
proceso de enseñanza- aprendizaje.
El uso de los aromas en educación se ha convertido en un recurso más
que potencia los resultados y convierte el proceso en un conjunto de
sensaciones de bienestar asociadas a
emociones positivas que serán difíciles de
olvidar.
Hola Belén, me encantaría saber de qué estudio o artículo tomaste los siguientes porcentajes y datos:
ResponderEliminarAumentar hasta un 75% la intención de compra.
Aumentar hasta un 85% la preferencia del producto.
¡Muchas gracias!