Una verdadera historia sobre inclusión en el mundo de la educación, que nos demuestra que las barreras en realidad las ponemos los adultos. Que los niños no entienden de diferencias tal y como las vemos nosotros, porque, para ellos, todos somos diferentes pero todos somos iguales.
En el mundo infantil no hay prejuicios, sino amor. No hay dificultades, sino ayuda y compañía. No hay diferencia, sino complementación. Todos los que hemos estado en un aula infantil, lo sabemos.Todos los que estamos en un aula, aprendemos día a día de nuestros alumnos, que nos dan las verdaderas lecciones de la vida. Todos deberíamos aprender de ellos.
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